¿Cuándo protagonizas tu propia película? Tres lecciones de un “actor” cansado de interpretar a un impostor
Y si te preocupa cuál es el final de ese largometraje, te cuento la visión recomendada a todo director.
Miami.- En aquellos lugares donde se celebra el arte de usar disfraces (en festividades como Carnaval, Mardi Gras, Halloween, etc.) la gente alucina al disfrazarse o transfigurarse. Y si lo has vivido, de niño o de adulto, ¿recuerdas que se sintió actuar ser otro?
No hacía falta ser actor, solo enmascarar tu rostro y relajar tu Yo. Meterte en la película, creértela por unos instantes e interpretar el personaje por diversión.
En mi caso, yo no sospechaba que años después habría una lección de vida tras aquel infantil disfraz que usé, el de un famoso personaje de libros y de una serie televisiva del siglo XX.
El Zorro, un espadachín enmascarado que defendía a los desposeídos de funcionarios corruptos o villanos. Ese fue mi disfraz cuando tenía como 10 años.
Mi madre me contaría años después el esfuerzo económico que representaba para ella costear disfraces para mi hermana y para mí en Carnaval.
Sin obviar además la incomodísima oposición de mi padre a gastar dinero en eso de los disfraces en medio de una precaria situación económica familiar.
“Si no fuera por mí, jamás se hubieran disfrazado, porque su papá no quería”, me aseguró orgullosa porque en esa película marital junto a mi padre él parecía conformarse de por vida con un rol de “extra”, el de padre presente y ausente a la vez.
Pero no hay más fotos de un Carnaval en mi vida de niño y realmente aunque las hubiera, yo no recuerdo otro antifaz y otra capa, esos que acompañaban aquel traje negro estampado con la Z de El Zorro en mi pecho.
¿Qué disfraz recuerdas de tu infancia? ¿Y extrañas la lluvia de confeti, con sus múltiples colores? Yo sí, aunque siempre acabara con papelillo en la boca en esas guerras inocentes de fragmentos multicolor.
Y así son los pensamientos,
a veces usan máscaras,
otras se camuflan de colores.
A veces son fieles a lo que siento
y otras se disfrazan de impostores
Sabes que la vida te arroja,
como confeti en tu mente
amores y odios en paradoja.
Si tu mirada inconsciente
del miedo no se despoja
acabas “disfrazado” en tu película
con un parche de pirata obediente
sorteando felicidad en cada partícula
y espejismos de un tesoro que deshoja
la margarita de un “amor” ferviente.
Así como El Zorro marcaba con su espada la Z para dejar constancia de su temeraria presencia, la insignia de mi infancia, adolescencia e inicios de mi adultez era más bien la I de Impostor. Como paradoja, noté que había un personaje así precisamente en El Zorro.
En la serie disponible en Disney+, es Bernardo, el fiel sirviente sordomudo de don Diego de la Vega, quien lo ayuda a proteger su secreta identidad como el forajido de antifaz, disfrazándose también de El Zorro para despistar a las autoridades, aunque fuera incluso de menor estatura.
“Impostor Phenomenon”
Muchos años después, entendí aquella sensación de impostor que me frenó por mucho tiempo y me hacía temer ser desenmascarado sobre mis habilidades y vulnerabilidades.
Era como ser el protagonista de tu propia película y que para las escenas de más impacto dejaras que entrara en acción un doble que era más apto que tú, pero que realmente era una versión mejorada de ti.
Y desde ahí temieras que al ganarte ese Oscar (por decir cualquier premio que el sistema se inventó para validar el trabajo de una industria) se descubriera que no eras perfecto ni tan superhéroe con poderes especiales. ¿Te ha pasado que en la película de tu vida sentiste este temor?
“Hay un temor continuo que generalmente experimentan las personas de alto rendimiento de que van a ser 'descubiertos' o desenmascarados como incompetentes o incapaces de replicar los éxitos del pasado”, dijo Audrey Ervin, PhD, psicóloga clínica en Pensilvania, del fenómeno del impostor como patrón psicológico, según reseña APA.org.
Según la American Psychological Association, en algunos casos, el fenómeno del impostor también puede catalizar el crecimiento personal. Reconocer que no sabes todo puede abrirte a nuevas oportunidades de aprendizaje, incluso generar contribuciones positivas a la ciencia y la sociedad, dijo Ami Rokach, PhD, instructora de psicología en la Universidad de York en Toronto y psicóloga clínica quien es coautora de un artículo sobre el fenómeno del impostor entre los estudiantes de psicología.
En el otro extremo del espectro, el fenómeno del impostor puede interferir con la salud mental y el funcionamiento general de una persona. Los sentimientos de impostor están fuertemente relacionados con una mayor ansiedad y depresión.
Y antes de desenmascararme tú, lo hago yo mismo, no soy psicólogo y por eso dejo hasta aquí la clase de psicología. Lo que sí es que te recomiendo continuar indagando a fondo este tema con un especialista si reconoces o tienes consciencia de algún pensamiento “impostor”.
Además de terapia, estas estrategias podrían ayudar a sobrellevar la sensación de impostor:
En tu diálogo interno, apégate a los hechos
Conversa sobre tus sentimientos
Celebra tus éxitos
Deja ir el perfeccionismo
Cultiva la autocompasión ( no victimización)
Conversa sobre tus fallas
Acéptalos, domar los sentimientos de impostor no significa que nunca volverán a aparecer
De hecho hay un test de 20 preguntas que puedes realizar que es el creado por la doctora Pauline Clance y su colega Suzanne Imes para su investigación que abordó este tema en 1978, donde acuñaron el término “Impostor Phenomenon”, y se enfocaba en las mujeres de sobresalientes logros. El test (en inglés) aquí y cuéntame en los comentarios qué tal te fue.
Sometimes I’m afraid others will discover how much knowledge or ability I really lack.
A veces tengo miedo de que otros descubran cuánto conocimiento o habilidad realmente me falta.
La anterior es la afirmación 13 del test de Clance Impostor Phenomenon Scale (CIPS)
En mi caso, trabajar en bajarle el volumen a este autosaboteo mental sobre el valor de mis pequeños o mayores logros fue literalmente un batalla interna y externa. ¿A quién le gusta andar por la vida temiendo que lo que logras podría revertirse porque en el fondo no eras realmente tan genio como tu creías que la gente creía?
En el mundo mental de un inmigrante en Estados Unidos, que en su país natal estudió ingeniería y dejó todo para ser periodista pero nunca sacó tiempo para entregar su trabajo de grado (o tesis final, el trampolín para el diploma) y que aparte nunca tomó un curso de inglés, todo ese coctel parecía el guion de una película con un mal director que acumulaba fracasos en taquilla y poco merecedor de un Oscar. ¿Te recuerda a alguna película que hayas visto?
Lo que yo aprendí tras pasar por el filtro de la terapia sobre mi “temor a ser descubierto”, a “no estar a la altura de las expectativas”, fue:
1. Amor propio
Obviamente en mi crianza se dieron situaciones en las que me sentí infravalorado por mí mismo y los demás (léase en el núcleo familar).
Por lo tanto, al tratar de compensar eso con otras fuentes de validación externa (en lo escolar o en lo social), mis miedos a no sentirme merecedor de reconocimiento aparecían como los monstruos en el closet de las típicas pesadillas infantiles.
Entonces, ya de adulto, uno tiene que hacer la digestión de toda esa carga emocional que arrastraba. Se acumulaba como un gas bajo presión en mi cerebro y cuando obtenía algún reconocimiento familiar, académico o laboral, contaminaba mis pensamientos de amor propio.
Así que lo primero que hay que hacer antes de fertilizar tus pensamientos de abundancia y autoestima es hacer tierra arrasada con esos antiguos que al final servirán de abono para que germinen los nuevos.
Yo me repito:
Mi valor no está en lo que sé, sino en mi humildad y capacidad para aprender más. Porque veo lo macro en lo micro, soy capaz de transformarme más allá de los reconocimientos. Ellos no son un fin ni un anhelo, sino un regalo colateral de todo discípulo de sí mismo. Re-conocimiento es conocerte dos veces, en lo que sabes que eres y en tu legado hacia el resto.
¿Tú, estás persiguiendo o no el que te reconozcan porque crees que eso aumenta tu valor?
¿Te tomas muy en serio que sean los demás quienes juzguen tu proceso para crecer en el ámbito profesional, de pareja o social?
2. Competencia
Como sabes, esta palabra tiene dos vertientes. La que alude a la contienda o rivalidad entre personas u otro tipo de competidores; y la que se refiere a la “pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado”.
Todos podemos gravitar entre una o la otra, dependiendo de qué tanto nos seduzca la voz del ego. En mi caso, con el tiempo entendí que soy al final mi única competencia, una frase simple pero contundente cuando de impostores hablamos.
Si te pasa que te ascienden de cargo en el trabajo, incluso sin esperar que eso pasaría, revísate. El Universo te está mandando un mensaje sobre tus competencias, de las que adquiriste con esfuerzo. Te lo digo por experiencia.
Pero atención, el otro mensaje en clave es que al mismo tiempo eres tu propio enemigo cuando crees que ese ascenso es el techo para dejar de aprender y convertirlo en esa llamada “zona de confort”.
A muchos “impostores” la vida los descubre, no en sus fraudes ficticios, sino en cómo hipotecaron su consciencia, dejando de ser ellos mismos para estar cómodos en una pasión, carrera u oficio que no eligieron ellos acorde con su intuición.
Yo me repito:
Escucho a mi intuición para elegir mis pasiones y los premios son solo manifestaciones del impacto de mi vocación: por aprender, por dar, por ser auténtico (aunque serlo parezca utopía), por ser yo mi genuina competencia.
¿Te comparas con quienes son reconocidos antes que tú?
¿Más allá de tu capacidad de aprender le das valor al legado que representa enseñar a través de tu ejemplo?
3. Ganar vs. actuar
Así como saber a qué te estás enfrentando acaba o empieza dentro de ti, aprendí de mi voz interna (esa que me hacía sentirme impostor) que la vida es un experimento. Estamos aquí para crear reacciones químicas adentro de nuestro cerebro y el de los demás y a ello le llamamos sentir, percibir o vivir una experiencia.
Como la primera vez que entré al mar y lo distinta que se sintieron las siguientes veces, ya con el miedo de no saber nadar. La experiencia pareciera algo que no miente, que es tal cual cómo decides contártela.
Pero no, cuando sentí miedo de que mi entorno no viera en mí la perfección digna de credibilidad y se derrumbara todo el arquetipo de mi imagen yo sentía que ese cobarde era otro dentro de mí, pero decidía hacerle caso.
Luego supe que en psicología, el arquetipo “son imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo”, según lo resume la definición en el Diccionario de la Real Academia de la lengua española.
Y además, vale decir que fue el psicólogo Carl Jung quien estudió que se podía segmentar a los arquetipos de la personalidad humana en 12 que son: El Inocente, El Hombre Corriente, El Explorador, El Sabio, El Héroe, El Forajido, El Mago, El Amante, El Bufón, El Cuidador, El Creador y El Gobernante. (Si quieres ampliar más sobre este tema entra aquí)
Haz click en la foto si deseas hacer el test de arquetipos de Jung, cortesía de Psicoactiva.com
¿Y de qué me sirve todo este listado de personalidades? Pues según Jung (y citarlo aquí no me define como su fan) en una persona pueden convivir varios arquetipos a la vez. Yo sí percibía que en mi pensamiento se turnarían para definir mi comportamiento.
Entonces he llegado a la hipótesis de que si tengo un arsenal de Yo en mi cabeza, yo decido a cuáles darles poder. Y si tengo ese poder soy un ganador o por lo menos un actor protagonista (en potencia) en el argumento de la película de mi vida.
Entérate que el mismísimo Jung dejó claro que en estos arquetipos actúaban paralelamente el Yo, la Persona, la Sombra y el Anima/Animus. (Si quieres ampliar más sobre esto entra aquí)
Al final todo este preámbulo es para descubrirnos que todos somos un poco impostores…y que yo podría también descubrir a otros o realmente entenderlos, como ahora me entiendo.
Porque para Jung la persona (o máscara) es la cara externa que presentamos al mundo. Oculta nuestro yo real y Jung lo describe como el arquetipo de "conformidad".
Esta es la cara pública o el papel que una persona presenta a los demás como alguien diferente de lo que realmente somos (como un actor), según la fuente citada antes.
Espera, no vengo aquí a nominarte o a darte el Oscar, ni tampoco lo anhelo para mí. Pero pregúntate, como yo lo hice, ¿cuándo fue tu mejor interpretación de ser realmente tú?
El mensaje de una “mamarracha“
Justo cuando casi terminaba de hacer este escrito llegó a mí este video sobre una actriz española llamada Blanca Portillo que se hizo viral al subir a recibir un premio honorífico por sus 40 años de carrera en el Festival de Cine de Málaga, España, el 12 de marzo de 2023.
En medio de cierta tiranía de los haters en las redes sociales, se hizo viral por su atuendo tan informal en una gala de premios -algo que quizás no muchos se atreverían- y el mensaje que quiso transmitir a través de ello -algo que me dirás tú si te atreverías a decir. Yo en mi caso, quizás-.
Su discurso lo puedes ver aquí abajo al minuto 21:30.
Según reseña la prensa española, “La madrileña, que ha subido a dar su discurso con una camiseta básica blanca, unos vaqueros -jeans- anchos y unos zapatos deportivos, no ha dudado en definir su look informal como de "mamarracha". "Esto es lo que soy, Blanca. Un ser humano despojado de aditivos, con 59 años de miedo y frío que ya necesitan desesperadamente cariño y apoyo".
Mensaje que caló muy hondo, mientras entre aplausos comentaba: "No estoy aquí para defender un personaje o un trabajo concreto y quiero recibirlo como persona, no como actriz". Y agregó: “He tenido que luchar contra mi falta de belleza para demostrar que sin ella también se puede ser actriz”.


Yo ahora me repito:
Creía que mi mejor papel protagónico era cuando decidí ser ese poeta romántico que hallaba inspiración en musas temporales. Así era mi poesía, efímera como el rocío, pero turbia y vacía hasta la próxima mañana acariciando los pétalos de la misma flor… o una nueva.
Pero ahora eso cambió,
hoy me interpreto a mí mismo
aunque siento algo de miedo,
al menos no temo ni cedo
a mis películas de egos y juicios.
Ya soy el director y protagonista.
Con guion a prueba de maleficios
prendo luces, cámaras y acción…
Aunque tenga una larga lista
de pensamientos ficticios
sé ganarles sin juzgarlos
como impostores que son.