La extra
Sin saberlo, en su propia obra teatral Ruth y Jes asistían al último acto. ¿Quién decidió cerrar ese inmenso telón rojo?
PRIMER ACTO
Esa tarde se rieron un montón disfrutando de la obra de teatro, el último recuerdo juntos que Ruth quiso guardar.
Después no se volvieron a ver jamás. Sin saberlo, en su propia obra teatral Ruth y Jes asistían al último acto. ¿Quién decidió cerrar ese inmenso telón rojo?
El argumento de la pieza teatral que disfrutaron giraba en torno a redescubrir las pequeñas cosas maravillosas que daban plenitud a nuestras vidas.
Y su amistad era una de ellas, al menos en la lista mental que Ruth elaboró mientras observaba el monólogo.
Jes estaba en proceso de reinvención tras su divorcio y en esa obra había muchos ingredientes que le retaban a otra batalla interna.
Así que la intuición hizo que Ruth dejara que el Universo se hiciera cargo de la reacción de él al salir del teatro.
Y el Universo habló en medio del silencio, cuando Jes se fue de vacaciones con rumbo desconocido para buscar un momento de respiro y reconectar consigo mismo.
Aunque Ruth no supiera nada de él —porque evitó invadir ese espacio con un texto o una llamada— fue feliz porque creía que él así lo era.
Así son los amigos…simplemente están para atestiguar, incluso en la distancia, los desafíos del otro.
Pero algo no encajaba en esta ausencia temporal. ¿Cuánto vacío puede tolerar una amistad antes de que se quiebre? Fue como si una conexión de años de pronto hizo crash, sin una palabra de despedida.
Alguien preparaba su bajada del escenario en medio de la obra. Así que dispuesta a aprender de esta experiencia, se dio tiempo para recalibrar sus emociones.
Siguió con su vida entre el trabajo, la familia y otras amistades menos escurridizas, misteriosas o simplemente más comunicativas. Ella no le comentó nada a nadie.
SEGUNDO ACTO
Una noche, convencida de que si ella no lo propiciaba Jes no la contactaría, pensó: ¿Por qué te importa tanto que alguien esté en tu vida, si ese alguien puede prescindir de que estés en la suya?
Una semana se convirtió en dos, en tres y hasta en cuatro. Las vacaciones acabaron y los grillos cantaban muy fuerte en el silencio de esa desconexión total.
Ella no quería ser quien saboteara eso a lo que él llamaba “estar distraído”. Era lo que Jes decía cuando se desaparecía y Ruth invocaba su presencia en escena.
Hasta que una noche, viendo una serie en Netflix sobre los traumas transgeneracionales, llegó una pregunta en forma de respuesta.
–“¡Eureka, Eureka!” –gritó la protagonista recordando la frase que su padre le contó que le atribuían a un matemático de la antigüedad.
Ella, la chica de la serie, lo había encontrado. Ese trauma que desde sus antepasados habitaba en ella y que reaparecía en cada relación que atraía.
—¡Bendito sea el desapego! –pensó Ruth, cuando al ver la serie entendió que toda la vida había buscado su valor en la atención que le prestaban otros.
Por eso la palabra que mejor definía sus relaciones era: mendigar.
Hizo memoria. Su padre, aquel ánima estricta y vacía que no le daba nada “si no se lo merece”, podría ser el guionista de ese libreto de mendiguez.
Como un simbolismo que llevaba marcado por su nombre bíblico, Ruth había sido la estampa de la lealtad, la compañera inseparable, pero a qué costo. ¿Cómo ser fiel a sí misma cuando estaba rota su conexión con ella?
Adicta a la validación que recibiera de otros, Ruth solo buscaba complacer, esperando que esa aprobación la rescatara del pozo de los infravalorados. Tenía que ser ‘merecedora’. ¿Se merecía el desapego de Jes o al contrario, él no merecía que apostara por su amistad?
Jes vivía al margen de saber que era el detonante de semejantes reflexiones que darían un giro irremediable a la trama justo cuando Mercurio entró en su fase retrógrada. Él también tendría sus propios traumas.
Ruth entendió que aunque Jes hubiera decidido esfumarse de su vida porque sí, ya no tenía sentido retenerlo. Dos letras separan el drama del trauma…tú
TERCER ACTO
En un acto de rebeldía contra sí misma, improvisó una ‘actuación’ que encendió la chispa interior de una pequeña cosa maravillosa.
En una última llamada telefónica —o el último acto de su obra, podría decirse— la mendiga pasó por la prueba final de su terapia de desapego.
Ese día en que el silencio se llenó de sonrisas tensas, quizás hubiera sido mejor posponerlo en el calendario teatral.
Pero hay palabras que se arremolinan tanto en la garganta que ni Mercurio, con su ilusión óptica de retroceso, logra desafiarlas.
Ruth decidió no esperar para verse y lo llamó en son de paz. Le plantearía un pacto en el que los dos ganarían.
Ella, un espacio en la lista de sus cosas maravillosas. Él, esa apuesta por una solitud terapéutica tras su divorcio.
Ya antes de hablar, su corazón había reconocido que el paso de Jes por su vida hacía honor al significado del nombre de su “amigo” durante 17 años: regalo
Pero ahora, era inevitable desprenderse de lo que había sido una ilusión de amistad. Ella estaba siempre para él, pero nunca él para ella.
Hasta en una obra teatral el vínculo entre actores exige reciprocidad, si no, es una multitud de monólogos.
Él calló. ¿Qué iba a decir? Era cierto, una persona puede quedarse sin palabras al verse descubierta en el escenario. O peor aún, ¿Jes creía que Ruth era la distante, la huidiza, y se quedó sin palabras al contestar su llamada?
La verdad es que ambos podrían haberse inventado un libreto que los obligaba a actuar en consecuencia. ¿Cuántas veces es nuestro orgullo o la soberbia quienes quiebran nuestros vínculos, al culpar al otro y viceversa?
Ruth siempre trató de no darle muchos detalles de lo que acontecía en su vida porque ‘Jes ya tenía suficiente con sus propias batallas’.
Esa frase típica incrustada en la mente de Ruth le servía para ser fiel a su costumbre de escuchar a los ‘amigos’ en apuros.
¿O más bien interpretaba el papel de extra en el escenario de aquellas ánimas mezquinas y egocéntricas actuando para salir del purgatorio?
Así que se despidió, sin reproches, solo con la duda de qué habría hecho mal o mejor para que él no se alejara así, como huyendo.
Pero eso ya no importaba, porque Ruth no tendría culpa de nada, solo que tardaba en asimilar su poder…ese que le llevaba hacer lo mismo que Jes, irse.
Mendigar respuestas —o papeles en obras ajenas— va en contra de esta terapia de desapego.
Las últimas palabras de ella fueron:
Gracias, guapo, por eso que llamaste amistad y que valoré, aunque prefiriera no definirla como tal, por más pequeña y maravillosa que pareció ante mis ojos de mendiga –le dijo sin importar que Jes estaba a punto de colgar sin decirle nada.
Ya la cabeza de él estaba llena lidiando con otro desapego, con otro vacío que se tragaba todo como un agujero negro, incluyendo cualquier lista de pequeñas cosas.
En cambio, ingresaba a la lista de Ruth el maravilloso acto final de cerrar el telón rojo de las obras ajenas y abrir el de la suya, como directora-protagonista, ya no sería la extra.
–Benditos los seres como tú, que vienen (y se van) a enseñarnos el milagro creador que albergamos en nuestro interior. Gracias por recordarme el valioso ser que habita en mí –escribió Ruth ese día en su agenda.
Ahí marcó la fecha de la primera vez en que dejó de sentir ese vacío heredado de su padre.
Lo llenó de gratitud al Universo…ya podía mirarlo y cruzarlo de punta a punta como un gran escenario. Ya no sentía temor a esa espada del merecimiento con la que hasta ahora se abría y cerraba el telón de su vida.
¿Qué importaba que la estela del cometa Jes no volvería a pasar? ¿Quién extraña a un cometa si siente una infinita luz brillando por dentro?
Fin
PD: Por aquí les dejo algunas reflexiones que pueden quedar en nuestras mentes tras leer la historia de Ruth y Jes, y que podrían ser útiles en un proceso de autoconocimiento:
¿Ya hiciste tu lista de pequeñas cosas maravillosas?
¿Ya dejaste ir aquello que no suma en tu vida, al margen de miedos ni resentimientos?
¿Repites algún patrón familiar que te afecta en tus relaciones?
¿Buscas la validación externa como condicionante de cuánto vales?
¿A veces el orgullo te separa de tu entorno y te cuesta ponerte en los zapatos del otro?
¿Ya sanaste tus heridas recordando las valiosas lecciones que te dejaron?
¿Te cuesta desapegarte de personas que pensaste que estarían para siempre?
¿Sientes que haces el papel de extra o figurante en la obra de otros?
¿Si vas a terapia psicológica, estos temas han surgido en ella?