¿Cuándo escribes tu primer poema? Tres lecciones de un escritor que habitó en un volcán dormido
El mío (el primer poema) fue una confesión de amor y de un pecado cometido a la luz frenética de mi adolescencia.
El mío (el primer poema) fue una confesión de amor y de un pecado cometido a la luz frenética de mi adolescencia.
“De espaldas al mítico sofá…”. Al leer ahora el primer verso podría transportarme
a ese apartamento donde mi musa y yo, desenfrenados,
agotamos las horas previas a que sus padres lograran detectarme,
y la última línea prometía salvarnos en un viaje hasta Java
donde el mas grande templo budista, el Borobudur, se alzaba.
Tan flaca como yo, no sé si fueron su sonrisa y sus cabellos rizos
los que me despegaban del pecho el corazón
O eran sus caderas bailando al son de tambores enamoradizos
Que despertaban en mi tanta pasión.
Para mí…estar con ella era consagrarme a lo prohibido
Y a la vez estar en comunión con mi sagrada esencia
La de verter en y por sus labios toda mi apasionada libido
como una explosión de poesía en su presencia.
Sí, yo la llamaba musa, pero en ti podría ser un elixir psicodélico…
Todo lo que sabía de la pasión se refrendaba en ella
Y lo que desconocía…fue la catapulta a inexplorados mundos
Hasta fronteras diluidas en la piel por el ardor del pensamiento
¿Cómo podría huir de semejante hechizo? Lo siento
No era posible redimirme ante este capricho furibundo
De ese dolor que aquella noche me apartó…de mi doncella.
El texto anterior lo escribí minutos después de una sesión virtual con Marguga
, una joven escritora e ilustradora mexicana quien propaga su filosofía de “creative healing”.El curso llamado “Afirma tu vida creativa” es el segundo que tomo con ella porque lo que me enseña no es a escribir, sino a creérmelo que puedo. Después me quedo sin excusas para tomar acción desde un lugar más real donde me siento cómodo con ser yo, en cualquier nivel que esté de mi proceso creativo.
No es que antes de Marguga mi musa literaria estuviese en crisis de ideas o con falta de creatividad, pero carecía de confianza.
Estaba en un estado creativo que se compara con querer construir una casa, tener todos los materiales y aunque sabes cómo poner los cimientos, los ladrillos y todo sobre los ornamentos y arquitectura, la acabas edificando pensando que tu ni nadie quisieran vivir ahí.
¿Por qué? Por temor, porque la casa está ubicada donde no hay servicios públicos, no está conectada a una red urbana y nadie me había hablado o no me había enterado de las técnicas ecológicas para que la vivienda aunque estuviera off-the-grid (fuera de la red o autónoma), pudiera ser autosustentable. La mente creativa es como una casa, para habitar en ella tú mismo debes crear las condiciones propicias para hacerla un hogar a prueba de goteras que te inunden de miedo al qué dirán.
De pronto con la mentoría de Marguga descubres que lo que estaba la musa, era desconectada de ti y buscando tu propia validación.
Marguga pasó por un proceso similar de autodescubrirse y reclamar para sí misma eso que le pertenecía, pero que el ruido externo no le permitía sintonizar a la perfecta frecuencia de su esencia creativa. Incluso tuvo que desoír aquellas voces que pronosticaban su fracaso.
Hoy ella es una de mis referencias de esa pasión por el trabajo creativo diario y se dedica a que otros conozcan esos hacks mentales. Porque como dice Marguga, para que algo nuevo crezca en el jardín hay que modificar la tierra.
Y durante mi adultez, mis poemas (como los frutos de mi huerto mental) quedaron en el olvido en una tierra estéril porque no me creía que podría cosechar con ese mismo ímpetu de mi adolescencia.
Fue como poner un tapón mental a un volcán de sentimientos y pretender que su calor y su vapor permanecerían imperceptibles. Pero en cambio, bulliría paciente, esperando el momento de hacer erupción.
Lección 1:
Todas mis emociones pueden ser las semillas de mi proceso creativo. Si puedo traducirlas en palabras cada día, darán frutos. Seas escritor de novelas, poeta o reguetonero, aunque algunas emociones duelen, que te sea placentero saber que solo depende de ti interpretarlas. Y que tu pasión sea volverlas verbo, pero entonces no las controles…exprímelas, literalmente.
Lección 2:
A veces tu musa (eso que llaman inspiración) solo necesita que te olvides de ella, que dejes de buscarla afuera. Como el músico que sale a vivir, viajar, caminar por la calle, en lugar de encerrarse a esperarla y la vida misma se encarga de dictarle la letra y el ritmo que le eran esquivos.
Lección 3:
Tu hipersensibilidad es una virtud, pero no es lo mismo que victimizarte. No necesitas sufrir para crear, las experiencias de gozo también funcionan. Por ejemplo, si bien los poemas o canciones de despecho tienen su público (pregúntale a mi admirada Shakira) recuerda que desde dónde creas te hace vivir un proceso distinto.
Marguga le llama, “crear por” en lugar de “crear para”, es decir, conocer el propósito que justifica tu arte. En el caso de escribir, para mí no es por el acto mismo de hacerlo, sino porque al compartirlo con el mundo, a alguien le será de beneficio. Lo que me funciona a mí lo resumo así: “Créetelo para crearlo, y luego manifestarlo, recreado en la experiencia de otros que hacen empatía con la tuya”.
Si conectaste con este mensaje, entonces qué esperas para contarle al mundo cómo brotó tu primer poema, cómo despertó ese volcán dentro de ti. Y si ni existe aún, nunca es tarde para volver a la belleza de lo simple y empezar a plasmarlo en papel o en las notas del teléfono, como escribí este texto.