Preámbulo: Te voy a explicar cuál es el origen del método ZenXorio que estoy presentándote aquí y del cual agradezco de antemano tu feedback en los comentarios.
Tras viajar por algunos países y también haber absorbido valiosos conocimientos en libros relacionados con neurociencia, psicología, textos de sabiduría ancestral e incluso de nutrición, era notorio que había distintas interpretaciones para abordar cómo la salud mental es clave para nuestra evolución no solo como individuos sino como especie en este maravilloso Universo.
Si tuviera que aglutinar en un concepto esos aprendizajes, diría que lo mejor que podemos hacer en la vida es vivirla de manera consciente. Consciencia de lo que alimenta nuestra mente, detona nuestros pensamientos y lo que creamos con ellos.
En algún momento de mi vida, por experiencia propia noté que muchos vamos por la vida en automático, con nuestra percepción desnuda ante estímulos que no analizamos.
Vamos sin enfocar nuestras energías en un fin superior y caminamos como desnutridos, metafóricamente hablando, porque nos faltan esas proteínas que juntas son el motor de cualquier camino al autoconocimiento y propósito de vida.
Decidí compartir contigo lo que aprendí -y sigo aprendiendo- creando esta historia por capítulos.
Los tres conceptos de ZenXorio son la unión de Zen, Sensorio y la letra X que tienen un significado que aglutina la esencia del método. Al leer la historia te trasladaré a situaciones de vida en las que se conecta esa red sensorial y espiritual que catapulta tus experiencias a otros niveles de significados.
En fin, es una propuesta para que tu mente active otra mirada. Te guiaré para que calibres tu radar emocional-espiritual y puedas experimentar otras sensaciones que albergas en ti.
Con todo nuestro equipaje de inseguridades, traumas, prejuicios hagamos a un lado las expectativas y conjeturas. Te invito a que juntos abramos la puerta a todo ese poder que anidamos como una fuente inagotable de creatividad y energía universal en sus más altas frecuencias, incluyendo el amor, por supuesto.
Por último, para que sean más precisos los conceptos de dónde surgió el término que creé, ZenXorio, aquí sus definiciones:
Zen: Del japonés zen, que deriva del chino źjän (hoy chan)equivalente a 'contemplación', y proviene de dhyāna, que es 'meditación' en sánscrito, una lengua antigua de la India. (RAE)
Sensorio: se refiere a la conciencia de uno mismo y del entorno. Es el estado de la mente en términos de conciencia y orientación a la persona, lugar, tiempo y situación. (CUN.es)
X: es la letra latina que equivale a la letra hebrea Sámej. La forma circular de Sámej nos revela que no importa lo que hagamos, y cuánto tiempo pase, porque nuestro destino final es regresar a la Fuente o Luz de todas las cosas. En la sabiduría de la Kabbalah esa Luz es energía infinita de dar. KabalahRenovada
Fin del preámbulo
ZenXorio - Primer Parte
“Un anciano peregrino recorría su camino hacia las montañas del Himalaya en lo más crudo del invierno. De pronto, se puso a llover.
Un posadero le preguntó: «¿Cómo has conseguido llegar hasta aquí con este tiempo de perros, buen hombre?».
Y el anciano respondió alegremente: «Mi corazón llegó primero, y al resto de mí le ha sido fácil seguirle».”
Extracto de La oración de la rana - 1, de Anthony de Mello, SJ
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El plan
Con la salida del sol, Zen sabía que ya quedaban pocos minutos para aterrizar y continuar con su plan.
Llegaría al laberíntico y abarrotado aeropuerto de Londres que estaba en obras por expansión.
Como pocas veces hasta ahora, la mente de Zen también pasaba por una profunda expansión. Y mantenerla abierta era la única condición.
Dos sensaciones, tanto de paz como de agradecimiento, se avivaban al observar por la ventana junto a su asiento. Zen suspiraba al ver aquel celestial rebaño de nubes en un prado dorado a más de 10,000 metros de altura.
Había escogido ese lugar porque le apasionaba tomar fotos y videos del paisaje durante el vuelo. Desde esa perspectiva visual podía reverenciar las bellezas del planeta y la energía creadora divina.
El magnetismo de esa vista trazaba una “línea de fe” sobre el compás de sus sensaciones. Tal majestuosidad guiaba su rumbo mientras navegaba entre el ego y la humildad.
En la hilera de tres asientos donde iba Zen, la silla del medio iba vacía. Solo estaba junto al pasillo un vecino quien cayó en un profundo sueño apenas despegó el avión. A ratos despertaba, iba al baño y volvía al mismo letargo sin que nada lo perturbara.
Zen también durmió durante la noche y al despertar se enamoró de los matices color naranja del amanecer.
Un rato después, acababa de grabar otro horizonte cuando de pronto, al atravesar un prado de nubes, su paz fue alterada por una de las turbulencias más intensas que había vivido.
Fue un reto no perder la calma de sus pensamientos desde ese instante que se repetía con intermitencia.
Por momentos, la fuerza del viento cruzado abatía de un lado a otro, hacia arriba y hacia abajo ese gigantesco avión con más de 300 pasajeros a bordo.
“Esto también pasará”, era la frase que repetía Zen al percibir cada estremecimiento.
Eso solía darle calma. Pero sintió miedo cuando notó que la perturbación persistía. Entonces decidió usar una técnica casi infalible para atravesar ese momentáneo temor.
Aunque no había llegado a Londres aún, su mente y su corazón sí llegarían antes.
Se enfocó en recorrer imaginariamente la ruta que seguiría al bajar de ese avión. La había visto previamente en un mapa virtual de la terminal londinense.
Caminaría con prisa. Sabía que no podía perder tiempo. Solamente disponía de un par de horas al aterrizar.
Cada segundo se consumiría en esperar la salida de otros pasajeros, atravesar pasillos inmensos hasta la fila para el chequeo de inmigración.
Y después otra fila para una inspección de seguridad, localizar su puerta de abordaje y detenerse a comprar algo de comer.
Un vuelo de conexión a Copenhague, la capital de Dinamarca, era el final del primer tramo de su itinerario.
Su viaje tenía más de un solo propósito. Uno de ellos había surgido tras una serie de serendipias ligadas al escritor danés Hans Christian Andersen.
Zen tenía 20 años cuando se enteró de que La Sirenita, El Patito Feo, Frozen y otros cuentos infantiles versionados por Disney, eran inspirados realmente por la obra de Andersen.
Y en tono de acertijo, pensaba cuántas personas en aquel avión casi repleto se sorprenderían al saber que un trocito de ese legado danés había vivido en sus corazones desde niños.
Continuará…
PD: Gracias por leerme y por favor comenta qué semilla sembró este relato en ti.
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